Sonó mi
despertador.
Mientras me desperezaba, recordé que me pediste antes de
acostarnos que te despertara. Tu móvil averiado no te podía despertar y
necesitabas levantarte pronto para ir a trabajar.
Con lentitud me
levanté y, dejando a mi mujer dormida en la cama, me dirigí a la habitación del
piso superior donde sueles dormir cuando te quedas en nuestra casa.
Subí de forma cansina los escalones sin que, mi aún adormilada mente, pudiera llegar a imaginar lo
que me encontraría al abrir la puerta. Me acerqué lentamente hasta la cama y
encendí la lamparilla de la mesita. Lo que se iluminó a continuación, despertó
repentinamente todos mis sentidos…
La sábana, sólo
cubría tus piernas, dejando al descubierto tu cuerpo que, de espaldas a mí, se
mostraba semidesnudo con un tanga blanco como toda prenda de dormir. Durante
unos segundos eternos, contemplé tus nalgas perfectas de redondez. Me deleité contemplándolas
e inclinándome hacia ellas, acerqué mi nariz en su intersección para intentar
captar el aroma que desprendía, quedándome totalmente embriagado…
Mi mirada
ascendió por tu espalda, y me fijé en cómo se aplastaban tus pechos sobre el
colchón. Asegurándome de que aún
dormías, acaricié mi ya dura herramienta sobre el bóxer. Un par de caricias y me
sobrevino de improviso. Era tal la excitación que sentía, que fui incapaz de
contener una abundante corrida. Me maldije a mi mismo por no haber podido
prolongar el momento…
Con sumo cuidado,
para evitarte un momento apurado, lentamente te tapé dejando la sábana en la
mitad de tu espalda, y posando mi mano en tu cadera, justo en el inicio de las
nalgas que acababan de llevarme al orgasmo, te zarandeé suavemente varias veces
pronunciando suavemente tu nombre. Te giraste hacia mí con los ojos aún
cerrados y, al levantar el brazo para frotártelos, me regalaste otro momento
que quedó grabado a fuego en mi mente. Tu movimiento hizo que, tu perfecto
pecho derecho, quedara al descubierto, balanceándose suavemente ante mis ojos…
Antes de que abrieras
definitivamente los ojos y te dieras cuenta, tanto de que tu pecho estuviera
descubierto, como de que mi bóxer se encontrara enormemente abultado y manchado…
me giré y abandoné la habitación, maldiciéndome por haber dejado mi móvil en mi
mesita…